Impostor

El impostor

Escrito por : Carlos Pérez-Carracedo López
Publicado an : 27 oct 2022

Antes de empezar a desarrollar este artículo, dejad que os diga que un 70% de hombres y mujeres en algún momento sufre o ha sufrido, tres de cada cinco en el mundo profesional, el llamado ‘síndrome del impostor’. Seguramente casi todos nosotros nos sentiremos identificados con estas líneas y con algunas palabras o frases que nos dejaran recuerdo de alguna ocasión o momento donde nos hemos sentido especialmente vulnerables. Lo sufren aquellos/as que son especialmente creativos, capaces, brillantes, estudiantes destacados, ejecutivos, directivos, académicos, personas con gran éxito personal, personas inteligentes con grand escapacidades cognitivas.

El ‘síndrome del impostor’

Y ahora tú me dices: «oye, que yo no pertenezco a ese grupo, ni soy capaz, ni soy inteligente, ni soy creativo…». Bueno, mi querido amigo/a, ¡aquí lo tienes!¡El ‘síndrome del impostor’ ha secuestrado y saboteado tu propia narrativa y la ha convertido en negativa! ¡Se ha cargado tu autoestima! ¿Has visto que rápido ocurre?

¿Pero qué sucede? Seguramente ocurre que se tiene la sensación de no estar a la altura, de no ser o hacer lo suficiente, de no tener competencias, de ser impostores, de tener la sensación de ser un fraude, de que tu éxito fue cuestión de mucha suerte que ocurre por cuestiones casi ajenas a ti y a tu esfuerzo o competencia, al hecho de que terminas ignorando tus fortalezas y talentos porque lo das por hecho, le restas importancia y valor.

Aparte de ser un comportamiento, un sentimiento de narrativa negativa sobre nosotros mismos es un comportamiento destructivo, limitante, donde entramos en un pesimismo defensivo de forma constante que no nos deja crecer ni avanzar. Lo que os voy a decir os puede sonar muy radical, pero casi todos estamos muy por debajo de nuestro potencial en parte por este ‘síndrome del impostor’.

Lo curioso de este síntoma es que a pesar de las claras evidencias que nos indican que nuestras habilidades, nuestro rendimiento y nuestro éxito son objetivos, pensamos que no es así, no reconociendo nuestros propios logros ni valorando nuestro esfuerzo y sacrificio por haberlo obtenido.

En español avanzado y, a pesar de que resulte mal-sonante, diríamos que es una ‘cabronada’, entendiéndose por ‘faena’ o ‘hecho que perjudica seriamente’, y utilizo esta expresión para llamar la atención, pero ocurre con más frecuencia de la que os imagináis. Quizá ahora que estáis leyendo este artículo, empezáis a ser conscientes quizá de la alta frecuencia con la que caemos en una narrativa negativa sobre nuestra propia historia o capacidad.

Se conoce este síndrome desde finales de los 70, cuando algunos psicólogos lo empezaron a identificar, especialmente la Dra. Valerie Young. Es decir, desde hace más de 50 años y aquí sigue instalado en nuestra sociedad, especialmente en la productiva, en el mundo laboral, donde aparece con mucha más frecuencia porque está asociado directamente a niveles de competencia entre compañeros o puestos de la escalera y pirámide jerárquica.

Es perverso, porque va contra la propia evidencia de tu éxito, de tu buen hacer, de tus capacidades y habilidades, de tus talentos y de tu inteligencia. Es un secuestrador, ya que te hace dudar de todo cuanto has hecho y logrado, pero más aún d lo que podrías lograr o alcanzar.

Es el factor limitante por excelencia

En parte ocurre cuando empezamos algo desconocido, algo nuevo, una actividad que en si misma es un reto. En principio debemos adquirir comportamientos nuevos para el desarrollo de nuevas actividades, conocer gente nueva, un espacio nuevo, una ubicación nueva, de hecho adquirir hasta cierto punto una identidad nueva y todo ello no nos hace sentir incómodos, no es natural y automáticamente aparece nuestro amigo ‘el impostor’ para restarnos credibilidad, para decirnos que no somos buenos, que no somos capaces, que no valemos, que no somos suficientemente buenos, que estanos ahí por suerte. Haciéndonos sentir inferiores.

Nos da vértigo que una vez alcanzado un poco de éxito no demos la talla más allá de lo alcanzado, de forma inconsciente empezamos a tener serias dudas y debilitar nuestra confianza. Para tener éxito, para cambiar, para seguir aprendiendo y evolucionando uno debe seguir experimentando, salir de la zona de confort y avanzar. Eso nos saca de nuestra zona de seguridad, ¡nos expone a cometer errores y nos da miedo! Dalí dijo en una de sus frases célebres, que la perfección no existe, dejemos de perseguirla porque nunca la alcanzaremos.

Esa es posiblemente una de las claves: ser realista y entender que no somos perfectos, que tenemos todo el derecho a equivocarnos, de hecho, nos equivocaremos, es la única forma de aprender y evolucionar. Debemos aprender a valorarnos más, a construir nuestra confianza sobre los cimientos de nuestras habilidades que las tenemos y a cambiar nuestra relación con nuestros errores y convertirlos en algo positivo.

¡Los refranes siempre son útiles, vienen de la sabiduría de nuestros ancianos, de nuestros sabios, uno de ellos dice que las comparaciones son odiosas! Y así es, el ‘síndrome del impostor’ solo se sufre cuando nos comparamos con los demás, al igual que la vergüenza, es una emoción social que si estamos solos sencillamente no ocurre, así pues, hay que empezar a tener confianza en uno mismo, no compararse y en ese instante le quitaremos el poder al impostor.

¡Otras de las grandes bazas para ganarle terreno al impostor es la gratitud! Desarrollar un sentimiento de gratitud es desarrollar una disciplina de psicología positiva hacía los demás, por tanto, veremos nuestro entorno de una forma mucho más amable y no como una amenaza o un entorno hostil. La neurociencia ha podido demostrar que el cerebro registra en menos de un segundo un sentimiento o una experiencia negativa pero que tarda bastante más en registrar una positiva. Tenemos una predisposición a registrar las emociones negativas antes que las positivas, por ello debemos desarrollar una técnica de gratitud, para invertir ese proceso y restarles capacidad a las emociones negativas y dar paso predominante a las positivas. Eminencias en Psicología Positiva como el Dr. Seligman o la Dra. Isen demostraron que las emociones positivas nos ayudan a acceder a nuestro potencial cognitivo, en cifras un 51% más.

Es increíble que empecemos a tomar nota y a ser conscientes de nuestras habilidades, talentos y competencias en forma positiva cuando es un tercero quién nos lo manifiesta. Incluso así, aún hay quienes nos negamos a creerlo…