Ahora, con la reincorporación al puesto de trabajo y después de las vacaciones, vuelven también las relaciones con nuestros colegas, compañeros y recursos humanos en general.
En el artículo anterior abordamos el síndrome postvacacional, restándole importancia para dejarlo tan solo en una adaptación natural a la vuelta a la rutina y la actitud positiva que debemos desarrollar, aprovechar la circunstancia de haber descansado, de haber generado reservas estratégicas de gestión al tener nuestras neuronas descansando y desintoxicándose, recuperando fuerzas y energía para que a la vuelta pudiésemos afrontar los retos a nuestra máxima capacidad.
No quiero restarle ni un ápice de importancia al síndrome postvacacional, pero cambiando la lingüística, cambiaremos también nuestra forma de abordarlo. Así que a partir de ahora lo llamaré ‘jet lag postvacacional’, pues una vez reincorporados, con una actitud super positiva, con las pilas cargadas a tope de energía y posiblemente bronceados con los depósitos de Vitamina D en niveles óptimos, nos volvemos a encontrar con nuestros compañeros de trabajo.
Algunos me habéis pedido que escribiera un artículo sobre cómo relacionarse con las personas en el trabajo cuando se respira un ambiente poco edificante, cuando ir al trabajo se convierte en un esfuerzo psicológico grande por algunas relaciones tóxicas que se encuentran muy cerquita.
Comentaros que según estudios recientes el 98% de las personas han experimentado en alguna ocasión algún conflicto personal tóxico en su puesto de trabajo. Esta cifra casi no deja margen al error.
No cabe duda de que el malestar que se genera en el ambiente cuando las relaciones son tensas, trae consigo entre otras cosas mucho estrés emocional, frustración y en muchos casos altos índices de ansiedad e inquietud, daña nuestra autoestima y mina nuestra confianza en nosotros mismos y nuestras capacidades. En estos casos, el cortisol, la hormona de la ansiedad, campa a sus aires por todo nuestro organismo causando graves daños emocionales y físicos. Es una sobredosis de cortisol que causa insomnio, irritabilidad, falta de apetito o exceso… Ello, afecta a nuestra productividad y esto os va a sorprender porque el dato es muy impactante: en un 65% del tiempo que pasamos en el puesto de trabajo intentamos evitar el contacto con la persona en conflicto, lo que altera sustancialmente el buen desarrollo de nuestro trabajo.
Tenemos la libertad de elegir a nuestra pareja, a nuestros amigos y en muchas ocasiones elegimos cómo relacionarnos con el resto del mundo, pero en nuestro puesto de trabajo, al menos en la gran mayoría de los casos, independientemente del puesto que ocupemos de responsabilidad siempre hay alguien por encima o al lado, así que debemos ser conscientes de que, de alguna forma, esta circunstancia nos viene impuesta por fuerza mayor.
He hecho el cálculo y resulta que pasamos más de 2.200 horas al año, un tercio de nuestras vidas, en nuestro puesto de trabajo. 12 años aproximadamente de nuestra vida los pasamos trabajando ininterrumpidamente con una media de 40 años de vida laboral.
Es normal que de vez en cuando, con personas que nos son completamente ajenas, que son completamente diferentes a nuestra forma de pensar, de comunicarnos, de entender las cosas y de comportarnos, de personalidad e identidad, incluso de otras generaciones, se genere conflicto.
Los puestos de trabajo están formados con personalidades diferentes entre las cuales no podemos excluir la nuestra propia. Nos encontraremos con personas generosas, comunicativas, inteligentes, compasivas, amables, firmes, eficaces y serias, pero también nos encontraremos con narcisistas, dependientes, acaparadores, histriónicos, obsesivos-compulsivos, controladores, víctimas, pasivo-agresivos, envidiosos, trepadores, explotadores… Vamos, ¡un mar de caracteres que compone la raza humana, también nosotros! Por eso, es muy importante identificar el carácter de la persona tóxica, para poder aplicar las soluciones y abordar el problema desde una perspectiva clara.
Lo más normal es que no sea al principio, más bien esas relaciones difíciles se suelen ir complicando poco a poco, quizá un comentario, un desplante, una mala contestación, mal humor o sentirse poco valorado hacen que al cabo del tiempo las relaciones se hayan enturbiado y se haya gestado la toxicidad. Cuando nos hemos querido dar cuenta, ya estamos inmersos en un mundo hostil, poco comprensivo y en algunas ocasiones contraproducente.
No me equivoco si digo que en la gran mayoría de los casos los primeros síntomas son que nos sentimos menospreciados, poco valorados, y en consecuencia, nos inunda un mar de dudas con respecto a nosotros mismos hasta tal punto que terminamos por pensar que algo nos pasa a nosotros.
Cuando entramos en los conflictos emocionales con nuestros iguales entramos en un campo complejo donde las soluciones también lo son. Escribir este artículo para deciros que las soluciones a los conflictos emocionales que se generan en el trabajo son fáciles de resolver una vez que han evolucionado hacia un mapa tóxico sería ser poco honesto con vosotros/as.
Pero dicho esto, no por ello no tienen solución, sencillamente hay que ponerse a ello y me refiero a que los problemas por sí solos no se van a mover, tendremos que pasar a la acción.
En muchas ocasiones se trata de falta de comunicación, partimos de la base equivocada de que la persona con la que tenemos el conflicto sabe el daño que nos está haciendo, que su comportamiento destructivo nos hace mucho daño ya que están absolutamente ensimismados en su propio comportamiento sin mirar más allá, por tanto, una de las primeras acciones que hay que tomar es de comunicarnos, hablar, manifestarnos en el sentido de nuestros sentimientos.
No os podéis ni imaginar cuántos conflictos se solucionan hablando, poniendo las cosas de manifiesto, sobre la mesa.
Esto tiene dos ventajas esenciales, y es que al momento que lo sacamos, nos sentiremos muy aliviados, como si hubiéramos dejado sobre la mesa nuestro pesar, nuestra carga emocional que tanto nos pesaba. Ahora sentimos una enorme sensación de liberación y por otro lado, el que lo recibe tendrá que gestionar esa información en su propio mundo emocional, por lo que deberá posicionarse y manifestarse a su vez. Ten en cuenta que la otra persona no es más ni menos que otra persona que intenta superar sus propias frustraciones, sus miedos y posibles traumas, sus complejos e inseguridades, que busca comprensión, que quizá está falta de cariño o de atención. Sé asertivo/a, es una gran cualidad que debemos aprender y practicar.
Si la comunicación es difícil, ya sea por el interlocutor/a o bien porque nos vencen los nervios a la hora de expresarnos o la misma perspectiva de comunicarnos nos hace estar más ansiosos, no por ello debemos dejar pasar la ocasión. Papel y lápiz, buscamos un momento tranquilo en casa, buscamos la inspiración y lo escribimos para entregárselo a la persona, no en un momento de prisa y tensión, buscar el momento adecuado, quizá al final de la jornada o quizá un viernes para que corra el aire el fin de semana y la otra persona pueda reflexionar sobre la respuesta.
También es aconsejable compartir con algún compañero/a de mucha confianza lo que te está sucediendo, en momentos y situaciones donde nos sentimos vulnerables siempre es bueno tener una segunda opinión, otro punto de vista, ya que quizá no solo te esté pasando a ti, quizá haya más personas en el entorno que sufren el mismo comportamiento tóxico.
En las relaciones emocionales no existe solo una parte, hay dos o más, por tanto, pensar exclusivamente que la culpa es del otro es simplificar mucho el análisis que debemos hacer de la situación. Siempre, y digo siempre, hay cosas que podemos mejorar, no podemos ser condescendientes aquí, no sería justo dejar en manos del otro toda la responsabilidad por muy obvia que resulte.
Nosotros también jugamos, también estamos ahí, también contestamos, también reaccionamos.
Es importante no avivar el fuego, no responder con agresividad a la agresividad, al sarcasmo con sarcasmo, a la ironía con más ironía, con ofensa a una ofensa. No soy nada amigo de poner la otra mejilla, me gusta infundir carácter a las soluciones y las circunstancias, pero tampoco hay que provocar un incendio.
Quedaos con esta reflexión, ¿es mejor tener razón o éxito? Ni nosotros estamos en posesión de verdades absolutas, ni la perfección existe!
Estas cuestiones requieren inteligencia emocional, debemos evolucionar, no solo está en juego nuestra salud mental y física, también nuestro puesto de trabajo que seguramente nos encanta, lo disfrutamos y lo necesitamos para poder seguir avanzando en nuestros sueños y metas por cumplir.
Está claro que, si no podemos cumplir el objetivo de recibir una respuesta positiva o un cambio de actitud y de comportamiento a nuestros esfuerzos por haber comunicado nuestro malestar, no quedan muchas más opciones que generar un distanciamiento emocional, una barrera protectora.
Está claro que si trabajamos codo con codo con una persona, la distancia física o intentar esquivar a dicha persona se convierte en un incordio y además requiere de estrategia y mucha energía que se restara de nuestra productividad.
Debemos estar por encima de las circunstancias tóxicas, recordad cuanto más grandes seamos como personas más pequeños serán nuestros problemas.
Estaréis conmigo cuando digo que el problema depende de la importancia que le queramos dar, ¿no? Restémosle importancia al individuo y automáticamente el problema se hace pequeño y nosotros grandes. Caer en la trampa de tratar a quien nos complica e intoxica la vida en el trabajo de igual a igual una vez roto el diálogo nos deja en desventaja, requiere de carácter, hacernos más grandes y empezar a decir ‘por aquí NO’.
Estas personas ni son nuestros amigos, ni familia, ni compartimos nada con ellos. Ni pertenecen a nuestro entorno privado, excepto horas de trabajo y algunas ocasiones puntuales, por tanto, tratemos al individuo como una pequeña partícula molesta de nuestro entorno y tiempo, minimizaremos también las consecuencias de su comportamiento hacia nosotros, e incluso llegará un momento en el que, desposeído/a de su poder por irrelevante, terminará por desaparecer.
Conseguir control sobre nuestras emociones es algo que nos ayudará mucho a gestionar con inteligencia nuestros conflictos en el trabajo y con la persona en cuestión. Si no lo hacemos ya, hacer deporte, practicar yoga y/o mindfulness, tener tiempo de ocio, buenos hábitos de sueño, de comidas y cenas, de horarios, nos hará sentir mejor, más grandes. Somos personas felices.
Cuando identifiquemos el problema no lo convirtamos en un todo. Cuando nos pregunten, no podemos decir que nos va mal en el trabajo, seamos concisos en nuestras apreciaciones. El trabajo es maravilloso, los clientes son estupendos, mi jefe es un fuera de serie, mis compañeros son extraordinarios, mi ‘ofi’ es super bonita y cómoda y tengo unas vistas alucinantes, tengo un horario que me permite hacer deporte y recoger a mis hijos a tiempo y además llego en un santiamén. Lo único, es que hay una persona con la que tengo mis diferencias y que debo resolverlo!! ¿Habéis visto cómo siendo concisos el problema se vuelve mucho más pequeño?
Otra apreciación muy importante a considerar es que existe una gran diferencia entre una relación difícil de gestionar y una relación tóxica, al igual que no es lo mismo una depresión que un estado de ánimo bajo.
La tóxica es aquella que no solo genera daño personal, sino que también involucra o hace partícipes a más personas de su comportamiento con la intención de dañar a un tercero.
La mirada hacia dentro es una mirada a nuestra propia conducta, a nuestro propio juicio, a no alimentar el problema y engrandecerlo, todo lo contrario.
Según la estadística en el campo psicológico, los estudios nos dicen que solo existe un 4% de las personas que no están dispuestas a cambiar su comportamiento, por tanto el ratio de éxito es muy elevado.
Aun así, nos podemos encontrar con un enquistamiento de la situación que además, no para de escalar en el daño emocional que nos ocasiona, y que una vez que te has leído este artículo y hayas puesto en marcha algunos mecanismos para solucionarlo, sencillamente no le ves solución. Entonces, quizá debas considerar un cambio de trabajo. No le tengas miedo al cambio, el cambio es evolución. En un trabajo donde las condiciones después de haber intentado todo lo que está en tu mano sigue siendo hostil, no te permitirá crecer. Por tanto, una buena alternativa será considerar un cambio evolutivo, buscar una nueva aventura laboral más estable emocionalmente, aunque nadie nos podrá garantizar que en el próximo no volvamos a encontrarnos con personas poco cooperativas o molestas. No obstante, los cambios son buenos ya que de toda experiencia aprendemos y maduramos.
Es probable que un cambio de aires te fortalezca, quién sabe, quizá nace un espíritu emprendedor que estaba oculto y te da la posibilidad, la oportunidad única, de empezar algo por ti mismo, de ser tú el dueño de tu destino laboral y elegir tú a quien quieres a tu lado en tu nueva vida laboral.
Os quiero decir para terminar que en realidad los fuertes son los que sufren las consecuencias de los abusos y de comportamientos tóxicos, no al revés. Sois vosotros los/as valientes, los fuertes. Sencillamente os lo tenéis que creer. Siempre hay alternativa, sencillamente está siempre después del miedo, y ahora a TRABAJAR.