A medida que vamos caminando por la senda de la vida vamos acumulando experiencias, muchas de ellas vitales, aprendemos, evolucionamos y avanzamos. ¡La evolución del ser humano no se basa en la igualdad, se basa en las diferencias! Todos somos diferentes y relacionarnos con los demás, a mi juicio, es una de las cuestiones más complejas, de hecho, relacionarnos adecuadamente con nosotros mismos requiere mucho camino andado en la vida.
Y en el camino de la vida, que es dinámico, cambiante, sorprendente, lleno de emociones y de sentimientos, siempre queremos alcanzar lo mismo, LA FELICIDAD. Ya he escrito un artículo sobre la Felicidad y me gustaría recordar en estas líneas que la investigación biológica no ha conseguido regular u obtener una definición de la felicidad mas allá del PLACER.
Sin embargo, todos somos conocedores de que la felicidad es subjetiva a cada uno de nosotros, que está en función de nuestros pensamientos y de nuestras creencias, de nuestras sensaciones y percepciones, no de cómo es el mundo, sino de cómo lo percibimos y nos hace sentir, en nuestros valores y ética, que reside en una actitud positiva ante la vida, que requiere el equilibrio entre cuerpo y mente.
Ya dijo el poeta Romano Décimo Junio Juvenal en el siglo I ‘Mens sana in corpore sano’. Para un perfecto equilibrio se necesita cultivar la mente y el cuerpo, aunque también nuestra espiritualidad, la que nos hace tener fe en lo que no podemos ver, ni explicar, pero sí creer. Muchos sabios, filósofos, historiadores y escritores a lo largo de los siglos nos han ido dejando las claves de la felicidad, una de ellas es sentirse satisfecho con lo que uno tiene sin renunciar a la expectativa y el esfuerzo de tener más sin que ello condicione el disfrute de las circunstancias presentes.
Si le pedimos la opinión sobre la felicidad a la neurociencia seguro que nos dirá que nuestra felicidad reside en un complejo sistema nervioso central de neuronas, sinapsis y las sustancias bioquímicas que segregan las mismas en forma de hormonas o neurotransmisores llamados dopaminas, serotoninas, melatoninas oxitocinas y una larga lista de sustancias que rigen nuestro bienestar, nuestra psicología.
Nietzsche planteaba que uno lo podía soportar todo si tenía una buena razón por la que vivir. Según la filosofía japonesa del IKIGAI, una vida con sentido es lo que nos llevará al éxito personal.
Nuestra evolución es equiparable a la evolución de nuestro entorno, nuestra sociedad, nuestro mundo, hemos pasado de la escritura inventada en su estado más primitivo por los sumerios y los egipcios 3 milenios antes de Cristo, pasando por la escritura negro sobre blanco de las distintas culturas chinas, hindúes, árabes etc … que ha evolucionado a una escritura sobre un teclado de un ordenador de informática binaria que consiste únicamente en las combinaciones casi infinitas de 0 y 1!
Hemos pasado del ‘slow life‘ al ‘fast living’ la urgencia de la vida se ha convertido en nuestra forma de vida y lo cierto es que cuanto más rápidos vivimos menos vida percibimos, menos felicidad encontramos, menos conciencia tomamos de lo que ocurre porque la vida esta justo en lo que no tenemos tiempo de ver por la velocidad a la que vamos.
Para explicar este concepto os dejo esta ilustración de Müller-Lyer que no deja de ser una ilusión óptica ya que si observamos las líneas de forma rápida diremos que son de longitud diferente, pero si nos paramos un instante y las observamos veremos que son idénticas.
¡Como la vida misma!, ¿no os parece? Constantes ilusiones ópticas por falta de atención!
¡Fijaos en otro experimento psicológico de cognición!
¿Me podéis responder a esta pregunta?
¿Cuántos animales de cada especie introdujo Moisés en el arca?
…………………………
No sé qué habréis contestado, pero no sería de extrañar que más de uno hubiera dado como respuesta un número, sin caer en la cuenta de que no fue Moisés, fue NOE ¡No os preocupéis, se llama coherencia asociativa!. Cuanto más rápido vivimos, menos vemos, menos comprendemos, menos entendemos a los demás, menos sentimos, menos disfrutamos, menos nos emocionamos, menos vivimos!
¡Nos preocupamos en exceso por el futuro y se nos olvida el presente! Lo cierto es que se nos ha olvidado cómo desconectarnos de la urgencia de la vida, dicha urgencia nos lleva a querer más en menos tiempo, a alcanzar los objetivos en menos tiempo, la vida deja de ser un maratón y pasa a ser un sprint, constantemente necesitamos estar en ‘pole position’ y marcar la vuelta más rápida, estamos en una carrera contra reloj, hasta tal punto que la práctica del yoga en algunas ciudades se ha convertido en speed yoga, una práctica que de forma filosofal requiere tiempo, consciencia, calma y respiración, se anuncia la práctica para hacer lo que necesita una hora en cinco minutos. ¡Nos hemos convertido en adictos a la urgencia!
Quizá una de las herramientas que más ha revolucionado nuestras vidas independientemente de nuestra edad, género, condición y geografía ha sido posiblemente el smartphone, los teléfonos inteligentes. Si nos paramos a analizar por un momento ciertas estadísticas nos llamarán la atención algunos datos que nos deberían invitar a la reflexión entre otras cosas porque el uso excesivo, descontrolado y abusivo de este maravilloso instrumento tecnológico es una de las consecuencias de los famosos ‘burn outs’, estrés continuado, síndrome de agotamiento, ansiedad y comportamiento adictivo al medio.
La sensación de que ya nunca estamos ILOCALIZABLES genera demasiada tensión psicológica, ya que afecta a nuestra intimidad y entra por la puerta de atrás con demasiada sutileza. Si no aplicamos racionalidad al uso del smartpone y aplicamos un poco de sentido común, poco a poco nos irá comiendo terreno personal dejándonos sin espacio para ocuparnos de otras necesidades imprescindibles para nuestro crecimiento personal. El smartpone es uno de los aparatos que más velocidad ha impreso en nuestras vidas.
El Premio Nobel de Medicina, el neurólogo alemán Thomas Südhof, profesor en la universidad de Stanford, nos explica sin ningún lugar a duda que el uso abusivo del smartphone puede incluso generar cambios en nuestro cerebro y en la comunicación entre neuronas que derivan en problemas como el mencionado burn out que algunos hemos sufrido. Es curioso mencionar que al propio Südhof le comunicaron que era el galardonado con el Premio Nobel por teléfono.
Evidentemente con los tiempos que estamos viviendo, el teletrabajo, las comunicaciones se han vuelto esenciales, pero también intrusivas en nuestra vida privada, íntima, conectados hasta altas horas de la noche con nuestra mente activa, conectada cuando en realidad debiera estar en fase de desconexión e introspección.
En EEUU se estudió a varios grupos de adolescentes entre los 15 y 17 años y el uso que le daban a los smartphones, el estudio no deja muchas dudas, una enorme cantidad de ellos tenían adicción. En un aula juntos, a todos se les monitorizaba el pulso y se les quitaba el smartphone, a los 10 minutos el ritmo cardiaco de la gran mayoría de los presentes en el aula les aumentaba, un claro signo de ansiedad. Vamos a tener que empezar a familiarizarnos con términos completamente nuevos como la ‘nomofobia‘, que es el miedo irracional a permanecer un tiempo sin el teléfono móvil.
El mismo grupo estuvo con los smartphones durante una hora en el mismo espacio todos juntos y se pudo ver que a pesar de estar uno al lado del otro y durante ese espacio de tiempo, se mandaban whatsapps en vez de hablar. Está comprobado que el uso del smartphone durante las comidas genera una ingesta de un 15% más, siendo uno de los valores que se tienen en cuenta con los altos índices de obesidad entre los adolescentes en EEUU. Es muy sencillo de explicar, si comes con tu smartphone, comes más de lo que en realidad quieres.
Esta conectividad permanente tiene como destino un estrés crónico, de hecho, ya existen terapias y centros especializados en la desintoxicación digital, ya hay prácticas como el ayuno digital, digamos que vamos a estar familiarizados con una nueva psicopatología, de hecho, hay algunos especialistas que ya se atreven a decir que estamos ante una nueva génesis de enfermedad mental como consecuencia de la dependencia patológica de las nuevas tecnologías.
El abuso y no el uso de las nuevas tecnologías de comunicación son uno de los causantes en el mundo adolescente del déficit de atención. El 98% de la población estudiantil usa internet.
No en vano, en los últimos años hemos desarrollado herramientas psicológicas para gestionar este tema mediante la meditación, el mindfulness y el yoga entre otras muchas técnicas de gestión del estrés, lamentablemente también recurriendo a los ya famosos ansiolíticos de las distintas familias de los benzodiacepinas.
Estamos condicionados por lo que percibimos, que unas palabras, que una imagen en un póster puede influirnos sobre nuestro pensamiento y por consiguiente sobre nuestros actos. Estamos constantemente sometidos a la dictadura de la sobreexposición a la información que sinceramente nuestro cerebro no esta preparado para absorber y mucho menos gestionar en tan poco tiempo. La globalización digital y la comunicación a la velocidad de la fibra óptica nos han hecho ir mucho más deprisa en los últimos años.
Toda esta evolución y camino de la vida basada en la cultura de la prisa y la urgencia, toda esta sobre estimulación hace que tengamos huellas emocionales que en alguna ocasión pueden ser destructivas, tóxicas, algunas ya convertidas en traumas, miedos, fobias y ansiedad.
‘Take it easy & slow down’
No cabe duda de que la vida es un aprendizaje constante, una REHABILITACIÓN dinámica permanente, que somos single task, que si queremos hacer las cosas bien con excelencia tenemos que bajar el ritmo, un paso atrás son dos pasos hacia delante.
Estamos en la cúspide, en la cima de la pirámide, ya tenemos cubiertas nuestras necesidades más esenciales, hemos llegado a la autoestima y a la autorrealización como personas, ahora toca gestionar adecuadamente nuestro éxito como individuos. ¡Necesitamos aumentar nuestro nivel de Conciencia!
Einstein lo dijo: ¡Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó!
Tanto nuestra conciencia como nuestras emociones, nuestra sensibilidad evoluciona, pero como cualquier evolución necesita tiempo para aprender y adaptarse, si vamos muy rápidos en la vida no tendremos tiempo de madurar emocionalmente y se creará un desajuste emocional que no dará respuesta a los eventos y sucesos de nuestra vida porque no habremos tenido tiempo de aprender a resolver los asuntos.
Espero que hayáis leído este articulo despacio y que os hayáis tomado vuestro tiempo de reflexión ya que si no es así, creo que deberíais volver a leerlo.